17.6.10
Ya fui feliz. Me cansé, me hicieron llorar, después reí y fingí no darle importancia, me aburrí, me volví a reír, pero sobre todo seguí llorando. Intenté estar bien de nuevo, lloré tan fuerte y grité tanto que pensé que se iban a romper mis cuerdas vocales. Ya dejé que las cosas fluyeran y se arreglaran solas, ya actué según mi parecer (y también según el de otros varios) y tampoco funcionó. Ya lloré desconsoladamente y delante de todos, ya me quebré frente a conocidos y desconocidos. Ya me expuse ante cualquiera y ya conté mi propósito hasta a las hormigas... Ya insulté todas las cosas y también las adoré. Expresé qué sentía. Ya escuche miles de canciones que lo único que pronunciaban eran palabras de lo que fui. Ya guardé cada detalle de mi vida en mi memoria, y las podría recitar una y mil veces. Ya sé hasta lo que no me dijeron y lo que me dije a mi misma. Ya intenté que lloraran por mi, pero yo no vi ni una lágrima. Ya soñé hasta con sombras. Pero sobre todo seguí llorando. Ya aburrí a mis amigas con mis problemas y ahora hablo con las paredes. Intenté ignorar mis debilidades, pero en los garabatos siempre aparecían diferenciadas. Ya intente distraerme con la televisión pero siempre los personajes de las novelas tenían mis problemas... sobre todo seguí llorando.
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-Bella –sus dedos recorrieron con ligereza el contorno de mis labios-. Yo voy a estar contigo…, ¿no basta con eso? Edward puso las yemas de los dedos sobre mis labios, que esbozaron una sonrisa. -Basta por ahora. Le acaricié el rostro y dije: -Mira, te quiero más que nada en el mundo. ¿No te basta eso? -Sí, es suficiente –contestó, sonriendo-. Suficiente para siempre.
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